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Los anales.—Libro XV.

de esto se cortaron á un mismo tiempo las venas de los brazos. Séneca, porque siendo ya muy viejo y teniendo el cuerpo muy enflaquecido con la larga abstinencia, despedía muy lentamente la sangre, se hace cortar también las venas de las piernas y tobillos. Y cansado de la crueldad de aquellos tormentos, por no quebrantar con las muestras de su dolor el ánimo de su mujer, y por no deslizar él en alguna impaciencia, viendo los que ella padecía, la persuade á que se retire á otro aposento. Y sirviéndose de su elocuencia hasta en aquel último momento de su vida, llamando quien le escribiese, dictó muchas cosas que, por haber quedado en el vulgo con las mismas palabras, excusaré el referirlas.

Mas Nerón, no teniendo odio particular contra Paulina y por no hacer más aborrecible su crueldad, mandó que se le estorbase la muerte. Y así, á persuasión de los soldados, sus propios esclavos y libertos le vendan las incisiones de las venas y le restañan la sangre: no se sabe si con su consentimiento; porque, como quiera que el vulgo se inclina siempre á los peores juicios, no faltó quien creyese que mientras juzgó por implacable á la ira de Nerón, deseó la fama de imitar y acompañar en la muerte á su marido; mas que habiéndosele ofrecido después más blandas esperanzas, se dejó vencer de la dulzura de la vida; á la cual añadió después bien pocos años, con una loable memoria de su marido y con un color pálido en el rostro y miembros, que se mostraba bien haber perdido mucha parte del espíritu vital. Séneca, entretanto, durándole todavía el espacio y dilación de la muerte, rogó á Statio Aneo, en quien tenía experimentada gran amistad y no menor ciencia en la medicina, que le trajese el veneno ya de antes prevenido, que era el que solían dar por público juicio los Atenienses á sus condenados; y habiéndosele traído, le tomó, aunque sin algún efecto, por habérsele ya resfriado los miembros y cerrado las vías por donde pudiese penetrar la violencia de él. Á lo último, haciéndose meter en el aposento donde