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Cayo Cornelio Tácito.

rió, pues, Fisón, cortándose las venas de los brazos, y dejó un testamento lleno de vergonzosas adulaciones para con Nerón. Atribuyóse al gran amor que tenía á su mujer, á la cual, sin tener en sí otra cosa digna de alabanza que la hermosura y gallardía corporal, había quitado Pisón á un amigo suyo con quien estaba casada. 1.lamábase esta mujer Arria Gala, y el primer marido Domicio Silio. Este con su sobrada paciencia y ella con su deshonestidad acrecentaron la infamia de Pisón.

El primero á quien después de éste hizo matar Nerón fué Plaucio Laterano, nombrado cónsul, y con tanta prisa, que no se lo permitió el abrazar á sus hijos, ni aquella breve dilación de escoger la forma de muerte que se daba á otros; antes llevado al lugar donde suelen justiciarse los esclavos (1), fué allí muorto cruelmente por manos de Estacio, tribuno; conservando con gran constancia un generoso silencio, sin dar en rostro al tribuno con la conciencia de la misma culpa. Siguió á esta muerte la de Aneo Séneca, muy agradable al príncipe; no porque se hallase contra él culpa alguna en la conjuracićn, sino por ejecutar con hierro lo que no había podido con veneno: porque hasta entonces no había sido nombrado más que por Natal solo, de que Pisón le había enviado á visitar á Séneca estando enfermo, y á dolerse con él de que no consentía que le visitase, añadiondo que era mejor poner nuevas raíces á su amistad, tratándose y comunicándose familiarmente, y que Séneca había respondido «que el conversar entre sí y verse á menudo no era conveniente á ninguno de los dos; pero que su salud pendía de la salud y seguridad de Pisón». Estas palabras mandó el príncipe que refiriese á Séneca Granio Silvano, tribuno de una cohorte pretoria, y que le preguntase si era (1) Había, en efecto, un sitio destinado para el castigo de los esclavos y plebeyos, fuera de Roma, en el cual estaban fijas las cruces y patíbulos y donde se echaban los cadáveres corrompidos, etc.— N. de la E. E.