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Los anales.—Libro XV.

el puñal arriba dicho, quejándose de que con el tiempo había perdido los filos, mandó que le afilasen muy bien sobre una piedra y que le sacasen la punta, encargándolo á un liberto suyo llamado Melico. Hizo tras esto aparejar la cena con mayor abundancia de lo acostumbrado; dió libertad á los esclavos más amados y á otros dió dineros, y ét, melancólico y triste, daba muestras de tener pensamientos y cuidados grandes, aunque con varias pláticas y discursos fingia estar alegre. Finalmente, ordena al mismo Melico que apareje vendas para curar heridas, y las demás cosas con que se suele restañar la sangre: ó que Melico fuese también cómplice de la conjuración y fiel hasta entonces, ó que á la verdad, no sabiendo cosa alguna de ella, le pusicsen en sospecha tales prevenciones, como muchos han escrito, lo cierto es que considerando entre sí mismo aquel ánimo servil el precio de la traición, y representándosele las inmensas riquezas y poder con que ya se figuraba, hizo poco caso de toda razón, de la vida de su amo y de la libertad recibida. Habíale confirmado en esta opinión su mujer, á quien pidió consejo, animándole á escoger lo peor, condición propia de mujeres, y diciéndole en orden á ponerle temor, «que no era él solo el que se había hallado presente á ver las cosas que le decía, habiéndolo visto también otros muchos esclavos y libertos, con que no seria de algún provecho el silencio de uno solo, pudiéndole ser de mucho el adelantarse y prevenir á los demás descubriendo él la conjuración.» Con esto, al nacer del día se va Melico á los huertos Servilianos, donde estaba Nerón, y negándosele la audiencia, comienza á decir á grandes voces que traía cosas importantísimas y atroces que revelar al príncipe. Y entonces los porteros le llevan á Epafrodito (1), liberto de Nerón, y (1) Secretario de Nerón (SUETONIO, Nerón, 4), y el mismo de quien fué esclavo Epicteto.—V. de la E. E.