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Cayo Cornelio Tácito.

todo eso muy á menudo á los juegos del circo, donde ofrecía mayor comodidad para llegarse á él en medio del regocijo de aquellas fiestas. La orden de ejecutar la traición fué ésta. «Que Laterano, con achaque de pedir alguna merced para ayuda de sustentar su estado, se le postrase á los pies dando muestras de humildad, y abrazándose con sus rodillas diese con él en tierra, que le sería fácil, por cogerle de improviso, y por ser Laterano hombre de gran cuerpo y de gallardo ánimo: y que teniéndole así apretado con el suelo, acudiesen luego los tribunos y centuriones y los otros conjurados á quien más ayudase el corazón, y allí finalmente le hiciesen pedazos, pidiendo Cevino con gran instancia que se le diese el primer lugar, como quien para este efecto había tomado un puñal del templo de la Salud en Toscana, ó según otros, del de la Fortuna en la villa de Ferento, y le traía siempre consigo como consagrado para una gran empresa.» Había de esperar en aquel medio Pisón en el templo de Ceres, de donde el prefecto Fenio y los demás conjurados le habían de llevar á los alojamientos militares acompañado de Antonia, hija de Claudio César, para ganar el favor del vulgo: así lo cuenta Cayo Plinio. Yo, de cualquier manera que se haya escrito, no lo he querido callar, aunque me parece disparate y liviandad creer que Antonia quisiese prestar su nombre á Pisón con tanto peligro, ó que Pisón, que sabe todo el mundo lo mucho que amaba á su mujer, viniese en obligarse á otro matrimonio, si ya no es que el deseo de reinar vence á todos los demás afectos del ánimo.

Mas lo que causa maravilla grande es ver que entre tanta diversidad de gente, ricos y pobres, de diversos linajes, edades y sexos, se pudiese tener oculta esta resolución hasta que comenzó á descubrirse en casa de Cevino. Este, pues, el día antes del que se había señalado para el efecto, habiendo tenido una larga plática con Antonio Natal, vuelto de allí á su casa, selló su testamento, y sacando de la vaina