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Los anales.—Libro XV.

cosas, aunque no se acababan de probar por verdaderas.

Los conjurados, medrosos de verse descubiertos, determinaron de solicitar lo tratado y de ejecutar la muerte de Neron en Baya y en la quinta de Pisón, de cuyo sitio ameno y deleitoso, prendado extremadamente César, acudía allí muy á menudo, deleitándose en baños y en banquetes, dejando su guardia ordinaria y el acompañamiento y grandeza imperial. Mas no lo consintió Pisón, excusándose «con el vituperio que se le siguiera manchando con la sangre del príncipe, por más malo que fuese, los sacrificios de la mesa y los dioses del hospedaje. Que era mejor matarle en Roma en aquella su casa aborrecible, fabricada con los despojos de los ciudadanos; fuera de que no era bien ejecutar en secreto lo que se emprendía por servicio público.» Esto decía en común á los cómplices; mas interiormente temía que Lucio Silano, varón cuya señalada nobleza y la disciplina de Cayo Casio con quien se había criado le tenían en gran reputación, no usurpase el imperio para sí, ayudado por los que no se hallasen interesados en el trato y por los que se compadeciesen del suceso de Nerón como de hombre muerto alevosamente. Creyeron también muchos que temió Pisón el natural levantado y áspero del cónsul Vestino, pareciéndole que en tal caso procuraría encaminar las cosas al antiguo estado de libertad, ó por lo menos escoger otro emperador á su gusto, á quien obligar con entregarle en don á la república. Porque el cónsul no entró ni tuvo parte en la conjuración, dado que, so color de este delito, desfogs después Nerón contra su inocencia el antiguo aborrecimiento.

Finalmente escogieron para la ejecución el día de las fiestas circenses que se celebran en honra de Ceres (1); porque César, aunque salía pocas veces en público y se estaba retirado casi siempre en casa ó en sus huertos, acudía con (1) Duraban desde el día 12 hasta el 19 de Abril,