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Los anales.—Libro XV.

meter maldades; que hasta en aquellos mismos días fué constreñido Torcuato Silano á quitarse la vida; porque á más del esplendor de la familia Junia, tuvo al divo Augusto por rebisabuelo. Mandóse á los acusadores que le imputasen que daba y hacía mercedes con prodigalidad, y que fundaba sus esperanzas en novedades; en cuya prueba tenía ya cerca de si personas nobles con títulos de cancilleres, secretarios, centadores, nombres de designios y pensamientos que aspiran á la suma grandeza. Fueron luego presos y encarcelados también sus libertos más favorecidos. Y viendo ya cercana Torcuato su condenación, se abrió las venas de los brazos, diciendo Nerón después de sabida su muerte, como lo tenía de costumbre, «que aunque Torcuato estaba tan culpado, cuanto justamente había desconfiado de sus defensas, lo hubiera vencido todo si aguardara la sentencia del juez».

No mucho después, diferida la ida de Acaya, sin que se supiese la causa de ella, volvió á Roma, teniendo en secreto algún pensamiento de visitar las provincias de Oriente, y en particular á Egipto. Y después, habiendo asegurado al pueblo por un edicto que no sería larga su ausencia, y que por su medio gozaría la república de allí adelante de mayor quietud y felicidad, subió al Capitolio, y por la prosperidad de este viaje adoró allí á los dioses. Y como entrase también en el templo do Vesta, sobreviniéndole repentinamente un temblor en todos los miembros, ó porque se espantó de aquella deidad, ó porque nunca le dejase estar libre de temor la memoria de sus maldades, dejó la empresa comenzada; diciendo muchas veces después, «que no había cuidado ni deseo que pudiese con él tanto como el amor de la patria: que había visto la tristeza que mostraban en sus rostros los ciudadanos; y oido las secretas quejas de que hubiese de hacer tan largo viaje aquel cuyas cortas ausencias sufrían aún con dificultad, estando, como estaban, acostumbrados á recrearse en sus adversidades fortuitas