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Los anales.—Libro XV.

causa de la poca experiencia de otro alguno, arrepentido César de haber enviado á Peto, hizo dueño de todo á Corbulón, como tan ejercitado y práctico en aquella milicia y contra aquellos mismos enemigos. Los embajadores fueron despachados sin resolución, aunque no sin muchos denes, para alimentar las esperanzas de los Partos, y darles á entender que si Tiridates venía en persona á pedir las mismas cosas no sería en vano su venida. El gobierno de Siria se dió á Cincio y el cargo de la gente de guerra á Corbulón, añadiéndole la legión quinta de Panonia, gobernada por Mario Celso. Escribióse á los tetrarcas, á los reyes, á los prefectos, procuradores y pretores de las provincias comarcanas que obedeciesen las órdenes de Corbulón, con autoridad casi tan ancha como dió el pueblo romano á Gneo Pompeyo en la guerra que emprendió contra los cosarios.

Vuelto Peto á Roma, aunque con temor de más grave castigo, se contentó César con hacer burla de él diciéndole por vía de donaire: «que teniéndole por hombre que se espantaba presto, se resolvía en perdonarle de golpe porque el temor no le causase más larga y congojosa enfermedad..

Corbulón, enviadas á Siria las legiones cuarta y duodécima, á las cuales, por haber perdido la mejor gente y estar los demás amedrentados, juzgaba por poco aptas para las acciones militares, llevó en su lugar á Armenia á la sexta y á la tercera, llenas de buenos soldados y ejercitadas en continuos y prósperos trabajos: añadida la quinta, que por estar en Ponto no se halló en la rota, y con ella la quincena, que poco antes trajo Mario Celso. Las banderas levantadas en el Ilírico y en Egipto, y todas las alas de caballos, infantería de cohortes confederados y socorros de los reyes, de toda esta gente se hizo la masa en Meliteno (1), por (1) Ciudad de Capadocia, hoy Malatié. Meliteno, dice Bur nouf, no era á la sazón más que un campamento romano.

Tomo II.
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