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Los anales.—Libro XV.

duodécima por Calavio Sabino, entró en Armenia con triste agüero; porque al pasar del Eufrates por la puente, el caballo que llevaba las insignias consulares, espantado sin alguna causa aparente, dió vuelta para atrás: la víctims, en los alojamientos de invierno que se iban fortificando, se escapó de en medio del sacrificio, y rompiendo por todos, huyó saltando al foso por encima de la palizada. Y los dardos de los soldados romanos ardieron de suyo, prodigio más notable por causa de pelear los Partos enemigos con armas arrojadizas.

Mas Peto, menospreciando estos agüeros, no acabados aún de fortificar los alojamientos ni hecha provisión bastante de granos, pasa arrebatadamente con su ejército de la otra parte del monte Tauro, para cubrar, como él decía, á Tigranocerta y saquear el país que Corbulón había dejado entero. Y ganados algunos castillos, hubiera adquirido reputación y presa si supiera usar de lo primero con medida y guardar lo segundo con providencia. Porque discurriendo con largo viaje alrededor de tierras que no se podían tomar, consumidas las vituallas ganadas, y acercándose el invierno, retiró el ejército y escribió á César cartas como si ya hubiera acabado la guerra, con palabras tan magnificas cuanto llenas de vanidad.

Corbulón en tanto, aunque había cuidado siempre, como era justo, de la ribera del Eufrates, asentó sobre ella nuevos presidios. Y porque la caballería enemiga, cuyas tropas en gran número se veían discurrir ya por aquellas campañas, no impidiesen el echar del puente, juntó cantidad de navíos muy grandes, trabándolos con gruesas vigas unos de otros, y armando sobre ellos algunas torres; desde las cuales, con sus balistas y catapultas (1) ofendían mucho á los bárbaros, (1) La balista era una máquina de que se hacía uso en los sitios para disparar piedras de mucho peso. Ni las descripciones que de ellas nos dan los autores antiguos, ni los monumentos del arte bastan á darnos una idea cabal y distinta del modo