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Los anales.—Libro XIV.

sos filósofos, le persuadieron á esperar antes una muerte constante, que vivir una vida incierta y llena de temores.

Lo cierto es que fué hallado desnudo en mitad del día que trataba de ejercitar el cuerpo, y estando así, le mató el centurión en presencia de Pelagón, eunuco, á quien Nerón había dado como por ministro real de aquellos matadores, y hecho cabeza del centurión y de todo el manípulo; y llevóse á Roma la cabeza de Plauto, á cuya vista dijo el principe (referiró las mismas palabras): «¿Qué hace ahora Nerón que no efectúa las bodas de Popea, diferidas por estos vanos asombros, y no repudia y echa de sí á su mujer Octavia, que, aunque modesta, es insufrible y enojosa por la memoria de su padre y por los favores del pueblo?» Escribió luego al senado, sin confesar la muerte de Sila y de Plauto, diciendo solamente que ambos dos eran de naturales inquietos, y que á él le daba particular cuidado la seguridad de la república. Decretose por esto que se hiciesen plegarias públicas, y que Sila y Plauto fuesen privados de la dignidad senatoria, con harto mayor escarnio de quien lo hizo que daño de quien lo padeció.

Nerón, pues, advertido de este decreto del senado, y viendo que todas sus maldades se calificabau por acciones egregias, repudia á Octavia diciendo que era estéril, y cásase tras esto con Popea. Esta mujer, apoderada mucho antes de Nerón como manceba, y después en calidad de mujer propia, persuade á un cierto oficial de la casa de Octavia á que la acuse de que trataba amores con un esclavo, y eligen por delincuente á Euzero, de nación alejandrino y gran tañedor de flauta. Fueron por esto atormentadas las esclavas, y vencidas algunas de la violencia del dolor, otorgaron falsedades. Las más estuvieron firmes en defensa de la santidad de su señora; entre las cuales respondió una á Tigelino, que la apretaba á que dijese lo que él pretendía, «que las partes mujeriles de Octavia eran mucho más castas que su boca de él.» Con todo eso, al principio