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Cayo Cornelio Tácito.

corría mayor peligro. Añadían que la misma Asia había ya tomado las armas en favor de Plauto, y que los soldados enviados para esta maldad, viéndose pocos de número y no bien dispuestos á cometerla, después que no pudieron ejecutar á su salvo las órdenes que llevaban, habían pasado con él á nuevas esperanzas.» Estas cosas, puestas en boca de la fama, eran aumentadas por los ociosos que les daban crédito. Mas un liberto de Plauto, ayudado de vientos prósperos, con los avisos y advertimientos de su suegro Lucio Antistio previno al centurión, los cuales contenían: «que huyese la muerte vil: que no se flase en el ocioso deseuido con que había pasado su vida, ni pusiese la esperanza de salvarse en buscar escondrijos, y mucho menos en que había de mover á compasión su gran nobleza; porque sin duda, si mostraba valor, hallaría muchos buenos que le acompañarían, como hombres animosos y atrevidos: que entretanto no menospreciase cualquier pequeña ayuda, con tal que bastase á poder resistir á sesenta soldados, que tantos, y no más, eran los que se enviaban á matarle; y que vueltas á Nerón las nuevas de su resistencia, mientras despachaba fuerzas mayores y llegaban segunda vez á hacer el efecto, se podían ofrecer tales cosas que le estuviese bien ponerse en guerra descubierta. Y finalmente, que siendo muy posible el salvar la vida por este camino, no aventuraba perder más con el valor que aquello á que él mismo se condenaba con la flojedad y bajeza de ánimo.» No movieron estas persuasiones á Plauto, ó porque, desterrado y sin armas, no viese modo de ayudarse, ó enfadado y cansado ya de dudosas esperanzas; sino es que por el amor que tenía á su mujer y á sus hijos, se persuadió á que se aplacaría el príncipe tanto más presto con ellos, cuanto él le diese menos ocasión de cuidado y solicitud.

Algunos dicen que recibió otros despachos de su suegro en que le aseguraba que no había ya de qué temer; mas que Cerano, de nación griega, y Musonio, toscapo, famo-