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Los anales.—Libro XIV.

estaba cercano á los ejércitos de Oriente, y el otro no lejos de los de Germania. Que él no tenía, como tuvo Burrho, otras esperanzas ni otros fines que la salud de Nerón, el cual era verdad que podía con su presencia evitar las asechanzas que se le armasen en Roma; pero ¿cómo evitaría los tumultos apartados? Que las Galias se alborotaban ya con el nombre de dictatorio (1), y que no estaban menos atentos los pueblos de Asia por el esplendor del abuelo Druso (2). Que Sila era pobre, de donde principalmente le procedía el atrevimiento; el cual se fingia medroso y para poco, hasta que llegase la ocasión de poder ejecutar su temeridad. Que Plauto con sus riquezas excesivas, no sólo no fingía deseo de ociosidad, antes se preciaba de imitador de los antiguos Romanos, tomarla á más de esto la arrogante gravedad de los estoicos, cuya secta hace á hombres inquietos y deseosos de ocuparse en negocios grandes.» Con esto sin más dilación fué muerto Sila en Marsella, adonde los matadores le hallaron comiendo, llegados en seis días allí desde Roma, y previniendo con diligencia á la fama de su venida. Nerón, cuando se le presentó la cabeza, se burló de ella como de hombre que había encanecido antes de tiempo.

No se le pudo esconder con tanta facilidad á Plauto que se le trazaba la muerte, habiendo muchos que cuidaban de su vida; y el estar la mar de por medio, y ser necesario tiempo para tan largo camino, dió ocasión á la fama para divulgar el caso, y el vulgo la tuvo de discurrir, como suele, diciendo: «que Plauto había acudido á Corbulón, general entonces de gruesos ejércitos, advirtiéndole de que, si se permitía el dejar matar de aquella manera á los hombres ilustres, sin que les aprovechase su inocencia, era él el que (1) Dicelo porque Sila era rebiznieto del otro Sila que fué dictador. N. del T. E.

(2) Plauto era nieto de Druso el más viejo.—N. del T. E.