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Los anales.—Libro XIV.

contrario público de los gustos del príncipe; que hacía escarnio de su mucha fuerza en regir y gobernar caballos, y se burlaba de su voz las veces que cantaba; todo para que no parezca que hay en la república cosa buena que no sea inventada por Séneca: que era acabada la niñez de Nerón, y que ya entonces se hallaba en la flor y nervio de su juventud: que era tiempo de dejar el maestro, pues de buena razón debía estar bastantemente instruído con ejemplo y memoria de tan prudentes preceptores como sus pasados.» Pero Séneca, advertido por algunos en quien todavía quedaba algún rastro de honestidad de que no dormían los malsines, viendo por otra parte que César se apartaba cada día más de su trato y comunicación, pedida y alcanzada audiencia, comenzó así: «Catorce años ha, oh César, que »me arrimé á tus esperanzas, y este que corre es el octavo »después que posees el imperio. En este tiempo has mul»tiplicado en mí tantas honras y tantas riquezas, que no le »falta otra cosa á n.i felicidad para llegar á su colmo que pel saberla yo moderar. Serviréme de grandes ejemplos, »no de gente de mi fortuna, sino de la tuya. T'u rebisabuelo »Augusto concedió á Marco Agripa el poderse retirar á » Mitilene, y á Cayo Mecenas el vivir en ociosidad y reposo en esta misma ciudad, como si estuviera en un lugar muy »apartado; de los cuales el uno compañero suyo en las »guerras y el otro habiendo trabajado mucho por él en »Roma, si á la verdad alcanzaron grandes mercedes, fueron »sin duda ocasionadas también de grandes servicios: mas »yo, ¿qué otra cosa puedo aleg r por causa de tu liberali»dad, que mis estudios, criados, por decirlo así, en el re.

»galo y á la sombra, de los cuales me ha resultado tanta »reputación, que he merecido enseñarte las primeras letras »y componer tu juventud, precio excesivo á tan honrado »trabajo? Mas tú hasme hecho mercedes sin medida, hasme »dado riquezas sinnúmero, y de tal manera, que cuando

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