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Los anales.—Libro XIV.

»tiguos legisladores, más sabios, sin duda, que nosotros, á xestablecer semejante ley, como si tratásemos de estable»cerla. ¿Paréceos acaso posible que un esclavo se resuelva »en matar á su señor, sin que primero se le escape alguna »amenaza, ni sin que se le oiga alguna palabra desconside»»rada? Sea así que haya podido tener encubierta su traición »y preparar el cuchillo escondidamente; mas pasar entre »las guardias, abrir las puertas de los aposentos, llevar la »luz y cometer el homicidio, ¿puédese haber hecho con ig»norancia de todos los demás? Suelen antever los esclavos muchos indicios de la maldad que se quiere cometer; los »cuales, si una vez nos los advierten, podremos vivir solos »entre muchos, seguros entre los mal intencionados; y »cuando no lo hagan y sea necesario morir, nos servirá »de consuelo el saber que ha de ser también vengada nuestra muerte. Nuestros antepasados tuvieron siempre »por sospechosos el ingenio y natural de los esclavos, aun»que fuesen nacidos en sus propias casas y heredades, »por más que se pudiese esperar de ellos que en naciendo »habían de recibir y alimentar en sí el amor y afición para »con sus señores; pero aliora que recibimos en nuestras »casas naciones enteras, y tenemos por esclavos gentes de »diversas costumbres, de extrañas religiones, y por ventu»ra de ninguna, ¿con qué podremos refrenar mejor las in»solencias de esta canalla que con tenerlos en perpetuo te»mor? Diránme que forzosamente habían de morir muchos »inocentes: pregunto, cuando se diezma un ejército en »castigo de haber mostrado vilezas y cobardía, ¿no suele »tocar también la suerte á los valerosos? Todo gran ejem»plo trae consigo su porción de injusticia en particular, que »al fin se recompensa con el provecho público.» Al parecer de Casio, así como no se atrevió á contradecir ninguno á solas, así también en general se respondían las voces discordantes y confusas de los que tenían compasión al número, á la edad, al sexo y á la inocencia indu-