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Los anales.—Libro XIV.

celo, por la memoria de sus antepasados y por los ruegos de César, fué librado de la pena harto más que de la infamia.

LOS ANALES.—LIBRO XIV.

Quedó aquel día infamado también Pompeyano Eliano, mancebo que había sido cuestor, como cómplice en el delito con Fabiano, y por esto fué desterrado de Italia y de España, donde había nacido. El mismo castigo se dió á Valerio Pontico, por haber denunciado los delincuentes ante el pretor, para que quitado el conocimiento de la causa al prefecto de la ciudad, primero so color de las leyes, y después usando mal de ellas, se desvaneciese la acusación y se evitase el castigo. Añadióse con esta ocasión un decreto del senado: «Que cualquiera que comprase ó vendiese su favor para semejantes cosas, fuese castigado con la misma pena que si hubiera sido condenado por público juicio de calumnia.» No mucho después de este caso, Pedanio Secundo, prefecto de Roma, fué muerto por uno de sus esclavos, ó por haberle negado la libertad después de avenidos en el preciu, ó por celos de cierto mozo, no pudiendo sufrir á su amo por competidor; y porque, según la costumbre antigua (1), era menester hacer morir á todos los esclavos del señor que al tiempo de su muerte se hallasen debajo del techo de la misma casa, concurriendo el pueblo á la protección de tantos inocentes, faltó poco que no llegase la cosa á general tumulto y sedición. Había también en el mismo senado quien favorecía á los que vituperaban tan excesiva severidad; votando los más que no se mudase cosa (1) En tiempo de la república libre hubo este uso, como se prueba de una carta de Servio Sulpicio, que habla de la muerte de Marcelo: Ego tamen, etc. Esta rigurosa costumbre antigua se confirmó después por decreto del senado en tiempo de Augusto y después por el Neroniano. Añádase á esto que no se exceptuaban ni las mujeres, como dice más abajo Tácito, y además el rescripto de Adriano.—N. de la E. E.