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Cayo Cornelio Tácito.

rro de los Romanos, rompieron la legión y degollaron toda la infantería, salvándose Cerial con los caballes dentro de los alojamientos por beneficio de las trincheras. Atemorizado de esta rota el procurador Calo, y del aborrecimiento concebido contra él por toda la provincia, á quien su avaricia había hecho tomar las armas, se retiró á la Galia.

Mas Suelonio, con maravillosa constancia, pasando por medio de los enemigos, llegó con la gente á Londres, lugar no ennoblecido con el nombre de colonia, aunque harto célebre por el concurso de mercaderes y por la abundancia de mantenimientos; donde estando en duda si haría allí el asiento de la guerra, considerado el poco número de soldados con que se hallaba y escarmentado en el suceso que tuvo la temeridad de Petilio, determinó de salvar las demás cosas con daño de una sola ciudad, y sin dejarse vencer de lamentos y llantos de los que le pedían ayuda, dió la señal de marchar, no rehusando de recibir en el ejército á todos los que le quisieron seguir. La gente inútil por sexo ó por edad, ó los que detenidos por la dulzura y afición de la tierra se quedaron en Londres, murieron á manos del enemigo. En la misma calamidad cayó el municipio Verulamio; porque los bárbaros, dejando los castillos y tierras donde había gente de presidio, saquearon los lugares más ricos, y puesta en salvo la presa, iban alegres la vuelta de los otros más insignes. Es cosa cierta que en los dichos lugares murieron setenta mil personas entre ciudadanos y confederados, que no habiéndose usado entonces el tomar en prisión, vender ó rescatar los presos, no se puso en práctica ningún otro género de contratación de buena guerra; todo era muertes, tormentos, fuegos y cruces, y anteviendo que habían de padecer el mismo castigo, ven—garon las injurias hechas y por hacer.

Ya Suetenio, entre la legión décimacuarta, los jubilados de la veintena y los socorros de los lugares vecinos, tenía juntos al pie de diez mil soldados, cuando se resolvió á no