Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo II (1891).pdf/163

Esta página no ha sido corregida
157
Los anales.—Libro XIV.

el otro, que hizo resistencia, se hubo de rendir con cerco.

Pasados de allí á las tierras de los Tauranicios, escapó Corbulón de un notable y no antevisto peligro; porque no lejos de su tienda fué hallado un bárbaro con armas, persona de alguna cuenta entre ellos; el cual, examinado con tormentos, confesó la orden de la traición, el modo con que pensaban ejecutarla y los cómplices de que él era cabeza; y después de convencidos, fueron castigados los que con fingidas muestras de amistad tramaban la maldad. Poco después llegaron los diputados de Tigranocerta ofreciendo las llaves de su ciudad, y el pueblo pronto á obedecer al capitán romano, á quien, en señal de que le admitirían en fiel hospedaje, le presentaron una corona de oro. Recibióla Corbulón, y con grande honra á los diputados, despachándolos seguros de que no quitarían privilegio alguno á la ciudad para que con mayor prontitud se conservasen enteros en su obediencia.

Mas entrando en ella, no fué posible ganar sin batalla el castillo real donde se había recogido la juventud feroz con intento de defenderle; la cual, atreviéndose á salir á pelear fuera de los reparos, rechazados al principio valerosamente, cedieron al fin á los asaltos. Sucedían todas estas cosas con tanta facilidad por hallarse los Partos ocupados en la guerra con los Hircanos; los cuales habían enviado embajadores al príncipe pidiéndole que los admitiese en su confederación, alabándose de que por prendas de esta amistad inquietaban y entretenían á Vologeso. Y volviendo ya estos embajadores de Roma, Corbulón, porque pasado el Eufrates no cayesen en manos de las guardias que allí tenía el enemigo, los hizo acompañar de buena escolta hasta las orillas del mar Bermejo (1); desde donde, procu(1) Los antiguos comprendían bajo este nombre no sólo los golfos Arábigo y Pérsico, sino hasta una parte del mar de las Indias.