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Cayo Cornelio Tácito.

el cargo de su judicatura, debe ser desagradable el acomodar los oídos á los ejercicios honestos y pasatiempos permitidos: que aquellas pocas noches que cada cinco años se conceden, en las cuales con tantas luces no se puede encubrir cosa ilícita, eran más para recrear los ánimos que para iniciar á vicio y disolución.» Y á la verdad pasaron estas fiestas sin alguna notable honestidad, ni el pueblo anduvo demasiado en sus competencias; porque aunque volvieron á salir al tablado los pantomimos, se les prohibió el intervenir en las contiendas sagradas. Ninguno llevó el premio de la elocuencia; sólo á César declararon por vencedor: y entonces se dejaron de traer vestidos á la usanza de los Griegos que habían usado muchos aquellos días.

Pareció en estos mismos días un cometa, de los cuales tiene por opinión el vulgo que pronostican mudanza de rey.

Y así, como si hubieran acabado con Nerón, no se discurría sino sobre quién sería bueno para emperador; celebrando todos á una voz á Rubelio Plauto, que por parte de madre descendía de la familia Julia. Vivía éste á lo antiguo, y deleitábase en vestir un traje grave y severo, y de tener su casa llena de castidad y apartada de conversaciones. Y cuanto más encogido le tenía el miedo, en tanto mayor estima se conservaba su reputación. Aumentó este rumor otra interpretación no menos vana que se hizo de un rayo: porque estando Nerón comiendo junto á los estanques Simbruinos en una casa de placer llamada Sublaco (1), tocó á las viandas y derribó las mesas. Y porque fué en los confines del Tívoli, donde Plauto tenía su origen de parte de padre, creían que le destinaban los dioses la grandeza del imperio. Y de hecho comenzaron á favorecerle muchos que (1) Tácito hace mención de los montes Simbruinos en el lib. XI, 13. Plinio, III, 17 (12) habla de tres lagos muy deliciosos formados por el Ánio ó Teverón, que han dado nombre al sitio llamado Sublaqueum.