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Cayo Cornelio Tácito.

bién culpado por los antiguos, porque hizo el teatro de asiento y firme; porque antes, para semejantes juegos, se solían hacer los asientos y gradas en la ocasión, y pasada la fiesta se deshacían, y que si se traían á la memoria los tiempos más antiguos, se hallaría que acostumbraba el pueblo á mirar los espectáculos en pie, teniendo consideración á que si se sentaban gastarían todos los días floja y ociosamente. Mas que con no observarse después el estilo antiguo, jamás se había visto que los pretores en las fiestas que celebraban hubiesen obligado á ciudadano alguno, no sólo á entrar en ellas, pero tampoco á mirarlas. En lo demás, decían éstos, desusadas poco á poco las costumbres de la patria, se acaban de arruinar del todo con los vicios que se traen de fuera; tal, que ya se ve en nuestra ciudad cuanto puede corromper y ser corrompido, y nuestra juventud, degenerando de su antigua nobleza, anda desalentada por los ejercicios extranjeros, cursando las escuelas de las luchas, profesando una vida ociosa, amores torpes, y, lo que es peor, dando por autores de ello al príncipe y al senado, y no se engañan; pues no sólo permiten estos vicios, pero fuerzan á que se hagan, obligando á los principales de Roma á que, so coler de recitar oraciones y poesías, manchen sus honras entrando en el tablado: con que no les falta ya sino desnudarse en carnes, embrazar los cestos (1), y estudiar las tretas de este vil ejercicio, en vez de la milicia y de las armas. ¿Aprenderán con esto por ventura la ciencia de los agüeros, la forma de guiar las decurias de los caballeros, el oficio noble del juzgar, ó basta para todo ello el entender bien los quebrados de la música, y admirar la dulzura de los instrumentos y suavidad de las (1) Dábase este nombre á una especie de manoplas que se usaban para el pugilato y que consistían en correas que se ataban al rededor de las manos y de los puños, y que subían á veces hasta los codos, armadas de pedazos de plomo ó de clavos de metal.