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Cayo Cornelio Tácito.

rido. Oscurecióse repentinamente el sol y fueron heridas de fuego del cielo catorce partes de la ciudad. Todas las cuales cosas sucedían tan sin cuidado y providencia de los dioses, que continuó Nerón muchos años en el imperio y en sus maldades: el cual, por hacer más aborrecible memoria de su madre, y por dar á entender que faltando ella sería más benigno, restituyó á la patria á Junia y Calpurnia, mujeres ilustres, y á Valerio Capitón y Licinio Gabolo, que habían sido prefectos, desterrados por Agripina. Permitió ni más ni menos que se trujesen á Roma los cenizas de Lolia Paulina y se hiciese sepulcro, librando de la pena á Titurio y á Calvisio, desterrados poco antes por él; porque Silano había acabado sus días en Tarento, de vuelta de aquel su apartado destierro, ó porque comenzaba ya á deó clinar la grandeza de Agripina, por cuya enemistad había padecido aquel trabajo, ó porque se le había ya pasado el enojo.

Mientras Nerón, entreteniéndose por los lugares de Campania, alargaba su partida para Roma, dudoso de cómo había de entrar en ella, si procurando confirmar la obediencia del senado ó granjeando el favor del pueblo, los ruines que le audaban cerca, de los cuales no se vió jamás corte tan bien proveída, en contrario de todo esto, le decían: «Que el nombre de Agripina era tan aborrrecido en Roma que con su muerte se había encendido más para con él el amor popular; que fuese sin temor y experimentase el respeto y veneración en que era tenido.» Tras esto, pidiéndole que vaya delante quien avise de cómo va el principe, hallaron á la entrada todas las cosas más bien dispuestas de lo que habían prometido. Saliéroule á recibir las tribus, el senado en hábito de fiesta, cuadrillas de mujeres casadas y de sus hijos, repartidas conforme á la edad y al sexo.

Veíanse todas las calles por donde iba pasando con gradas y tablados, donde se hacían todas las diferencias de juegos y fiestas que se suelen hacer en los triunfos. Con esto, lleno