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Los anales.—Libro XIV.

juramento en mano de una mujer; que hiciese la misma indignidad el senado y el pueblo, y que después de haber procurado estas cosas en vano, con el aborrecimiento que cobró á los soldados, al senado y á la plebe, disuadía el donativo y el congiario, maquinando contra la vida de los ciudadanos más ilustres. Ponderaba lo que le había costado el remediar que no entrase en el senado y que no respondiese á las embajadas de las naciones extranjeras. Y tomando de aquí ocasión para vituperar los tiempos de Claudio, imputaba todas las maldades de aquel imperio á su madre, diciendo que su muerte se debía contar entre las felicidades de la república. Y, finalmente, relataba el naufragio con gran desenfado. Mas, ¿quién había de ser tan simple que lo tuviese por caso fortuito, ni creyese que una mujer escapada por milagro, enviase á un hombre solo para romper con un puñal las cohortes y armadas imperiales?

Tal, que no sólo Nerón, cuya crueldad vencía á las quejas de todos, pero también Séneca quedaba inculpado, cuando no por otra cosa, á lo menos porque con aquel modo de escribir había firmado de su nombre la confesión del delito.

Mas con todo eso, con espantos á competencia de aquellos grandes, se decretó que se hiciesen procesiones y plegarias públicas por todos los templos y altares de los dioses; que los cinco días festivos llamados Quincuatruos, en los cuales se había descubierto la traición, se celebrasen cada año con juegos públicos, que se pusiese una estatua de oro de Minerva en la curia y á su lado otra del príncipe, y que el día en que nació Agripina fuese contado entre los infelices y de mal agüero. Trasea Peto, acostumbrado á dejar pasar las adulaciones de los otros ó con silencio ó con ligero consentimiento, se salió entonces del senado, con que se causó á sí mismo graves peligros y no dió á los demás principio de libertad. Sucedieron muchos prodigios, aunque vanos y sin efecto. Una mujer parió una culebra; á otra mató un rayo estando en el acto venéreo con su ma

Tomo II.
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