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Cayo Cornelio Tácito.

muerte de que acabó; porque consultando con los caldeos sobre la fortuna que había de tener Nerón, le respondieron que sería emperador y que mataría á su madre. Y ella respondió: «Mate, con tal que reine.» Mas César no acabó de conocer el exceso de su maldad hasta que la hubo cometido. Pasando lo que quedaba de la noche, unas veces pensativo y sepultado en silencio, otras atemorizado y como fuera de sí, saltaba del lecho, esperando la luz con tanto asombro y alteración como si el día le hubiera de traer una muerte violenta y cruel; hasta que, yendo por consejo de Burrho los centuriones y tribunos á besarle la mano y á darle el parabién de que hubiese escapado del peligro no antevisto y de la maldad de su madre, comenzó á cobrar ánime á fuerza de adulaciones. Fueron después los amigos á dar gracias á los dioses por su salud; y á su ejemplo las villas circunvecinas de la provincia de Campania, con sacrificios en los templos y embajadas que le enviaban, dieron muestra de su alegría. El con varias disimulaciones no sólo fingía estar triste, pero en orden á declarar el sentimiento que le causaba la muerte de su madre, quería con lágrimas dar á entender que aborrecía su propia vida.

Mas como no se mudan las formas y figuras de los lugares como los rostros de los hombres, aborreciendo la vista infelice de aquel mar y de aquellas riberas (había también algunos que afirmaban oirse en las cumbres de aquellos collados horribles trompetas y llantos alrededor del túmulo materno), se retiró á Nápoles y de allí escribió al senado una carta en esta sustancia: «Que Agerino, uno de los más favorecidos libertos de su madre, había sido enviado por ella con armas secretas para quitarle la vida; y que ella, con el remordimiento de conciencia, había pagado la pena, cual se debia, á tan gran maldad.» Añadía después otros delitos viejos: «que había querido ha cerse compañera con él en el imperio; que las cohortes pretorias prestasen el