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Los anales.—Libro XIV.

de tan grave accidente; pidiéndole que sin dejarse llevar del amor que le tenía, ni atemorizándose del peligro de su madre, difiriese el visitarla por entonces, que necesitaba mucho de reposo.» Entretanto, fingiendo seguridad de ánimo, atiende á curar la herida y á restaurar las fuerzas del cuerpo. Mandó tras esto que se buscase el testamento de Aceronia, y que se inventariasen y sellasen sus bienes, que fué sólo lo que hizo sin disimulacion.

Mas Nerón, que aguardaba el aviso de que se hubiese ejecutado la maldad, sabe que se había escapado su madre herida livianamente, y que el caso había pasado de manera que no se podía dudar del autor. Entonces, perdido del todo el ánimo, juraba con la fuerza del temor, «que ya estaba cerca de allí su madre; que venía sin duda á tomar venganza; que armaría los esclavos, ó incitaría la cólera y furor de los soldados contra él; que acudiría al favor del senado y del pueblo, representando el naufragio, la herida, la muerte de sus amigos; que no le quedaba ya remedio si Burrho y Séneca no se le bus caban con la agudeza de sus ingenios».

á los cuales había hecho llamar en sabiendo el suceso: dúdase si estos dos personajes tuvieron antes noticia del trato de Aniceto. Entrambos estuvieron gran rato suspensos y sin hablar palabra, por no trabajar en vano disuadiéndole su determinación; echando de ver por otra parte que habia ya llegado el negocio á término que el no asegurarse de Agripina era condenar á muerte á Nerón. Con todo eso, Séneca, aunque solía ser más pronto en responder, pone los ojos en Burrho como si le preguntara si se debia encomendar á sus soldados aquella muerte. El, entendiéndole, respondió: «que hallándose los pretorianos tan obligados á toda la casa de los Césares y á la memoria de Germánico, no tendrían ánimo para emprender una crueldad como aquella con su propia hija: que acabase Aniceto de ejecutar lo que había prometido.» El cual, sin dilación alguna, pide que se le encargue la última ejecución de aquella maldad.