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Cayo Cornelio Tácito.

equel río y en aquellos bosques; no como en las otras naciones por la creciente del mar, secándose después las aguas, sino por medio de la que se echaba sobre una gran hoguera, quejándose del contraste y pelea de los dos elementos agua y fuego. El suceso, pues, de esta batalla, que dejó victoriosos á los Hermonduros, ocasionó la total ruina de los Catos; porque ambas naciones habían consagrado á Marte y á Mercurio los escuadrones contrarios, si eran vencedores; y en cumplimiento de este voto, los caballos, los hombres y todo lo demás que se quitase á los vencidos había de ser muerto y sacrificado. Y así cayeron aquí sobre los Catos las amenazas que ellos mismos habían echado sobre sus enemigos. En este mismo tiempo la ciudad de los Juhones, nuestra confederada, fué afligida de un daño repentino; porque salieron fuegos de la tierra, que abrasaban las aldeas, las caserías y sembrados, caminando siempre hacia los muros de la colonia (1) poco antes edificada. No se apagaban estos fuegos con lluvia que cayese del cielo, ni con agua del río, ni con otra cualquiera humedad que arrojasen sobre ellos, hasta que á falta de otros remedios, y con el enojo que aquellos villanos recibían por tan gran estrago, algunos de ellos comenzaron á tirar piedras desde lejos, con que se amortiguaron algún tanto las llamas; y pudiéndose llegar más cerca les daban con palos y las azotaban como si fueran bestias. A la postre arrojan sobre el fuego paños, y hasta los vestidos para sofocar el incendio, los cuales, cuanto más sucios y traídos estaban, tanto mejor apagaban el fuego (2).

(1) Colonia Agripina.—N. del T. E.

(2) No puede uno menos de admirarse al ver cómo un hombre de una inteligencia tan elevada como Tácito creía en semejantes cuentos; mas la antigüedad, semejante en esto á la Edad Media, era muy inclinada á dar crédito á lo maravilloso, y no se tomaba mucho trabajo en averiguar la verdad ó falsedad de los hechos extraordinarios ó que en su ignorancia le parecían tales.