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Cayo Cornelio Tácito.

Ocuparon luego aquellos mismos campos los Ansibarios, nación más poderosa, no sólo por su muchedumbre, sine también por la compasión que les tenían los pueblos comarcanos; porque echados de sus tierras por los Caucios, no hallando donde reposar, pedían con ruegos un destierro seguro. Traía esta gente por cabeza á un varón señalado entre ellos, y no menos fiel para nosotros, llamado Boyocalo. Este, contando como había estado en prisión cuando se rebelaron los Queruscos por mandado de Arminio, y que había militado después debajo del gobierno de Tiberio y de Germánico, á cincuenta años de servicio quería añadir por nuevo mérito el someter su nación á nuestro imperio. «¿Qué necesidad hay, decía él, de que tanta tierra esté ocupada »y sirva de sólo apacentar el ganado mayor y menor de los »soldados? Resérvese en buena hora para esto la parte de »los campos que pareciere bastante, aunque sea á costa de »la hambre de los hombres, con tal que no queráis más un »desierto y una soledad baldía que la compañía de una »gente tan vuestra devota. Estos campos sobre que se liti»ga fueron antiguamente de los Chamavos, después de los »Tubantes, y tras éstos de los Usipios. Así como vemos que »el cielo es habitación de los dioses, asimismo se concedió »la tierra al linaje humano. De que infiero que las que se »»hallan vacías de moradores son y deben ser públicas y »comunes.» Tras esto, mirando al sol y llamando á los demás planetas, como si los tuviera presentes, les preguntaba, «si por ventura les era agradable el mirar aquellos »campos desiertos y deshabitados, y que antes que su»»frir esto derramasen la mar sobre los usurpadores de la »tierra.»» Conmovido Avito de estas palabras, después de haber respondido en público á los Ansibarios, dijo: «Que se había de sufrir el imperio y mando de los más poderosos: que era voluntad de los mismos dioses, á quien ellos invocaban, que se diese y se quitase todo á arbitrio de los Romanos, y