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Cayo Cornelio Tácito.

guerra que se había movido entre Romanos y Partos sobre el reino de Armenia, diferida hasta entonces con ligeros movimientos, se reforzó vivamente; porque ni Vologeso quería que su hermano Tiridates fuese despojado del reino que tenía de su mano, ni que le poseyese por beneficio de otro príncipe: y Corbulón juzgaba por cosa conveniente á la grandeza del pueblo romano el cobrar lo que antiguamente conquistaron Lúculo y Pompeyo. Los Armenios con su incierta fe convidaban á la guerra á los unos y á los otros; aunque por la vecindad del sitio y semejanza de costumbres parece que se conformaban más con condición de los Partos, como emparentados con ellos, y, no habiendo gozado nunca de libertad, más inclinados á su servidumbre.

Pero á Corbulón daba más trabajo el corregir los defectos de sus soldados, que cuidado el haber de castigar la deslealtad de los enemigos. Porque las legiones que hablan pasado de Siria, flojas y perezosas por la costumbre de una larga paz, sufrían con gran dificultad los trabajos y ejercicios de la milicia romana, siendo certísimo que en aquel ejército había veteranos que jamás habían tenido ocasión de entrar de guardia ni de hacer una centinela: del cavar fosos y levantar trincheras se admiraban como de cosas nuevas y maravillosas; acostumbrados á andar sin celadas, corazas y otro cualquier género de armas; á estarse por las guarniciones pacíficas lucidos y ocupados en sus ganancias. Y así Corbulón, dando licencia á los que por vejez ó enfermedad no estaban de servicio, pidió que se hiciesen nuevas levas para rehenchir las legiones. Y á este fin se levantó mucha gente por las provincias de Galacia y Capadocia. A más de la cual, se le envió una legión de las de Germania con los caballos de ellas y algunas cohortes de naciones. Tavo Corbulón el ejército en campaña debajo de tiendas cubiertas de pieles, aunque el invierno fué tan riguroso y el hielo tan continuo, que no se podían plantar los partellones sin primero cavar