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Cayo Cornelio Tácito.

En el consulado de Nerón la segunda vez, y de Lucio Pisón, sucedieron pocas cosas dignas de memoria, si ya no se le antoja á alguno henchir sus libros con alabar los fundamentos y trabazón con que César fabricó la máquina del anfiteatro en Campo Marcio; habiéndose observado siempre, para mayor decoro del pueblo romano, que las cosas ilustres se registren en los anales, y las de este género en los actos diarios de la ciudad. Diré con todo ese cómo se reforzaron de veteranos las colonias de Capua y de Nocera, y que se dió á la plebe de Roma el donativo llamado congiario, de cuatro escudos (cuatrocientos sestercios) por cabeza, y se metió en el erario un millón de oro (cuarenta millones de sestercios) por conservar el crédito al pueblo.

Quitóse también la imposición de cuatro por ciente de los esclavos que se vendían, aunque más en apariencia que en efecto, porque pagándola el vendedor venía á desembolsar esto más el que compraba. Hizo un edicto César en que mandó que ningún magistrado ó procurador de provincia hiciese espectáculos de giadiatores ó de fieras, ni otro género de fiestas públicas: porque antes no maltrataban menos á los súbditos por medio de semejante liberalidad, que con lo que robaban y cohechaban en el oficio, mientras procuraban valerse del regocijo y aplauso popular para cubrir los delitos de sus gustos.

Hízose también un decreto por el senado que miraba á la seguridad y al castigo de los esclavos; es á saber, que si alguno fuese muerto por sus propios esclavos, fuesen obligados á la misma pena que los matadores los que, habiendo ya alcanzado libertad por testamento, habitasen en la misma casa del señor. Restituyóse al orden senatorio Lucio Vario, consular, del cual había sido reformado por delitos de avaricia. Y Pomponia Grecina, matrona ilustre, mujer de Plaucio, el que volviendo de Inglaterra entró en Roma con el triunfo de ovación, acusada de religión extranjera, fué remitida al juicio de su propio marido; el cual, vista la