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Cayo Cornelio Tácito.

via, noble verdaderamente y de señalada bondad), temían que cuando se le impidiese no encaminase su gusto á estupros de mujeres ilustres.

Bramaba Agripina de haber de sufrir el tener por émula á una liberta y por nuera una esclava, y de semejantes consideraciones mujeriles; y sin tener paciencia ni aguardar á que su hijo se arrepintiese ó se empalagase, cuanto más le daba en rostro con su bajeza, tanto más fieramente le encendía; hasta que, vencido de la fuerza del amor, acabó de romper con su madre, entregándose del todo á Séneca. De cuyos amigos, Aneo Sereno (1), con fingirse enamorado de la misma liberta, había al. principio encubierto los amores del mozo, prestándole el nombre, para poder dar en público á la liberta todo lo que el príncipe le daba de secreto. Entonces Agripina, encaminando sus astucias por otra vía, acomete al hijo con lisonjas, ofreciéndole su propia cámara y su mismo regazo para encubrirle los apetitos de la juventud y de la suma grandeza. Confesande á más de esto haber sido fuera de propósito su sobrada severidad, y pidiendo que se valiese de sus riquezas, poco menores que las imperiales. Y así como se había mostrado antes excesiva en refrenar al hijo, así ahora lo era también en sometérsele y humillarse demasiado. No engañó á Nerón esta mudanza; antes fué causa de que, temerosos sus mayores amigos y privados, le rogaban que se guardase de las asechanzas de aquella mujer, terrible siempre y atroz, y en aquella ocasión también falsa. Acaso aquellos días, visitando Nerón la recámara donde conservaban los arreos y atavíos con que las mujeres y madres de emperadores solían resplandecer á vista del pueblo, escogiendo algunas (1) Prefecto de las guardias nocturnas, y según Plinio, de la guardia de Nerón. Séneca habla de él como de su amigo, y como á tal le dedicó sus libros de Tranquilitate. ERNESTO.—N. de la E. E..—Algunos han deducido de la semejanza de su nombre que podía ser pariente del filósofo.