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Cayo Cornelio Tácito.

que el calor del fuego no marchitase la sombra de los árboles: con tanta seguridad y franqueza de ánimo caminó aquel último paso de la vida.

Después de esto, vueltos á juntar los senadores, prosiguió Suilio en acusar á dos ilustres caballeros romanos, ambos del sobrenombre de Petra. Fué la causa de su muerte el haber prestado la casa para las vistas y asignaciones de Valerio con Popea; si bien al uno de ellos se añadió el haber visto en sueños á Claudio con una corona de espigas de trigo, vueltas las aristas hacia atrás, y dicho que significaba hambre. Otros escriben que lo que vió no fué sino una guirnalda de pámpanos con las hojas marchitas y amarillas; atribuyéndole el intérprete á que moriría el príncipe á la fin del cloño. Mas lo que no se duda es que, sea el sueño el que fuere, no costó á él y á su hermano menos que la vida. A Crispino se le dieron treinta y siete mil y quinientos ducados (un millón y medio de sextercios), honrándolo á más de esto con título de pretor. Añadió Vitelio, que se diesen veinticinco mil (un millón de sextercios) á Sosibio, porque sirviendo á Británico con la enseñanza, servía también á Claudio con el consejo. Preguntado su parecer á Scipión, respondió «que sintiendo él lo que todos los demás en lo tocante á las faltas cometidas por Popea, no podía dejar de decir lo mismo que ellos»; que fué una discreta templanza entre el amor de marido y la necesidad de votar como senador.

Desde entonces Suilio fué continuo y cruel acusador de los criminales, seguido de otros muchos, imitadores de su atrevimiento. Porque habiendo el príncipe usurpado todo el poder y autoridad de las leyes y de los magistrados, había dado materia á todo género de robos. Tal que no se vió jamás mercancía pública tan venal como la perfidia de los abogados. En cuya prueba, Samio, insigne caballero romano, habiendo dado á Suilio diez mil ducados (cuatrocientos mil sextercios), y cayendo en la cuenta de que le