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dedo se notaba más humedad en la arena del fondo, mientras que la de arriba estaba casi seca.

— Esto sucede — continuó — porque la arena presenta poros, o sea espacios entre grano y grano, por los que el agua se escurre sin dejar rastro.

Dióles luego un vidrio de aumento para que observaran algunos granos de arena puestos sobre un papel, y las niñas estuvieron de acuerdo en que eran piedritas pequeñísimas.

Entonces les explicó que la arena procede de las piedras o rocas desmenuzadas por el roce, tal como la tiza se con- vierte en polvo al frotarla sobre el pizarrón.

— Pero observen ahora — continuó — esta tierra grisá- cea y pegajosa. ¿De dónde la sacaste? Estela.

— Es un poco de barro de la calle — contestó la niña.

— Hace por lo menos cuatro días que no llueve — ob- servó la maestra; — y sin embargo esta tierra se conserva húmeda. Tal es la condición de los suelos arcillosos.

La señorita hizo un pequeño hueco en el montoncito de tierra traída por Estela y echó agua en él. Al cabo de unos minutos el agua permanecía todavía en la superficie.

— Pasa exactamente lo contrario de lo que ocurre con la arena — observó Manuela.

— Tú lo has dicho — dijo la señorita; — por eso los te- rrenos arcillosos no son favorables para los cultivos. Su consistencia es tal que apenas dejan penetrar el agua, y así no es extraño que en la superficie presenten un charco y a pocos centímetros de profundidad la tierra esté dura y seca como cascote. Echando arena a esos terrenos se los mejora, porque se les hace más sueltos y permeables.