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sería una venganza; lo mejor de todo sería avisárselo a mamá para que los llamara al orden.
— Olvidas, querida, que mamá había resuelto dejar ha- cer a cada uno lo que bien quiera.
— Pero eso no puede ser, abuelito, porque sería un des- orden la casa y nadie estaría a gústo en ella.
— Tú lo has dicho, Corita; es necesario que en una casa haya orden. Alguien debe determinar cómo y cuándo se han de hacer las cosas, alguien debe reprimir a los que molestan a Jos demás, los perjudican u olvidan las conside- raciones que nos debemos mutuamente.
Las disposiciones de mamá y papá en tu casa, no son sino leyes que se deben acatar, y de cuyo cumplimiento resulta que toda la familia viva a gusto. Si esas leyes fal- taran, como en el caso que pintaba, faltarían el orden y la buena armonía..
Pues lo que pasa en un hogar, pasa igualmente en to- do el país, que al fin viene a ser un hogar muy grande com- puesto de millares de hermanos. Las leyes que dictan los representantes del pueblo tienen por objeto procurarnos mayor orden, bienestar y seguridad. Ejemplo de ello es una de tantas leyes, la de vacunación, de que protestabas hace un rato.
Es cierto que quien se somete a ella debe sufrir algunas molestias, si bien, en realidad, insignificantes; pero sin esa ley, créeme que las molestias serían mil veces mayores.
Esa ley es muy reciente en nuestro país, y ¿sabes lo que ocurría antes de que se la dictara? Millares de personas, sobre todo niños, morían atacados de la terrible viruela,