— 68 —
VIAJEROS ALADOS
Adela. — Esta mañana -:
al salir de mi cuarto, vi en el suelo una cosa que parecía un montón de ba- rro; al darla vuelta no- té un hueco forrado cón plumas. Era un nido de d 4 vdd — golondrinas. Ba al dueño del nido, pero no pude hallarlo. Entonces pensé colocarlo en un árbol; pero mamá me dijo que ya no quedaba ni una golondrina en la huerta, y agregó: «Cuando en la primavera próxima regresen de su viaje, harán otro nido.»
Señorita Raquel. — ¿Qué discuten? niños.
Rodolfo. — No podemos comprender por qué las golondrinas abandonan su lindo nido y el huerto de una niña que las quiere.
Anita. — Son animales; con esto está dicho todo.
Sta. Raquel. — ¿Tú crees, Anita, que los animales no saben lo que les conviene? Pues te equivocas. Las golondrinas no abandonan su nido por ca- pricho; se van porque si permanecieran aquí du- rante el invierno morirían; emigran en busca de una nueva primavera.