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HONOR AL MÁS HUMILDE

En el rincón obscuro de un palacio todo de cedro, bronces y mosaicos, un pedazo de hierro enmohecido estaba, entre otros trastos, olvidado.

— Este palacio es mío — el vanidoso así decía, en derredor mirando; — si no fuera por mí, tanta riqueza jamás se hubiera en este sitio hallado.

— ¿Quieres callar ? — gritó desde su altura el soberbio palacio, muy airado. — ¡Habráse visto igual atrevimiento al de este vil y miserable clavo!

— No pretendo negar mi escaso precio, yo sé muy bien que poca cosa valgo; y sin embargo sin mi ayuda nunca se hubiera este palacio edificado.