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Elisa. —En nuestra quinta teníamos el año pa- sado, gran cantidad de zapallos, tomates, beren- jenas y ajíes. Los árboles estaban cargados de ciruelas y damascos. Pero así que empezó el fríc escasearon los frutos, y llegó momento en que el quintero nada o casi nada recogía.
Juan. —Si ese quintero hubiera tenido que vivir de la venta de los frutos que cultivaba, es claro que los habría vendido más caros a medida que recogís menos.
Sta. Raquel. — Muy bien; ahora, piensen ustede: que lo que pasa en la quinta de Elisa pasa en todas las quintas y chacras del país. En el otoño, nuestra tierra, que es muy fértil, produce gran cantidad de frutas y hortalizas. Á veces un pequeño terrenc da tanto, que el cultivador se ve obligado a vender sus productos a un precio ínfimo para no quedarse con ellos. Pero así que se acerca el invierno le tierra produce menos, y muchos quinteros no con siguen nada. Aprovechando de esa escasez, lo que tienen frutas u hortalizas les ponen entonce: altos precios que siempre hay quien pague.
Luisa. —¿De modo que el otoño es la mejor d.| las estaciones?
Sta. Raquel. — El otoño es la estación en que lo; chacareros consiguen el premio de sus afanes. E,
