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EL SEMBRADOR

Un sembrador arrojaba las semillas a manos lle- nas sin cuidarse de ver donde caían.

—¡Eh! buen hombre — le dijo un caminante, — si arrojas los granos sin preocuparte de cubrirlos, las aves se los llevarán.

— No importa — contestó aquél; —algunos han de quedar escondidos y germinarán a su tiempo.

A poco andar, otro hombre que pasaba le gritó:

—6Si no tienes más cuidado, resultará inútil tu trabajo. ¿No ves que muchas semillas van a caer entre las piedras, donde nunca brotó hierba alguna?

— No importa — replicó el sembrador; — algunas caerán en tierra feraz y brotarán a su tiempo.

Terminada la tarea, el sembrador esperó sus resultados. No esperó en vano: aunque muchas semillas habían sido devoradas por las aves o caído entre las piedras, las otras produjeron millares de espigas, de las que el sembrador sacó muchísimos más granos que los que había sembrado.

— ¿No lo decía yo? — pensó el campesino. — Las semillas son como los buenos consejos: aunque mu- chas de las sembradas se pierdan, las pocas que caen en tierra fértil producen aún grandes beneficios.