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22 GINA LOMBROSO A AA gan a esfuerzos y perfeccionamientos que repugnan—, sino a las hembras peores, de personalidad más artificiosa, que reú- nen menos perfecciones, pero que también las exigen en me nor número.

Esto es muy humano, responde a la ley del mínimo es- fuerzo que rige todo el mundo animado y también el inani- mado. Los pájaros y las flores han adoptado ellos también los deslumbrantes colores y los cantos lisonjeros para atraer la atención de los insectos y de sus compañeras, echando ma- no de ese recurso y no de la perfección de formas; lo que sí cabe hacer es inducirlo a dudar de sus preferencias, educarlo para que no confunda las mujeres que prefiere y parece que son las peores, a las mujeres mejores que no ve, pero que exis- ten y son moralmente superiores al promedio de los hom- bres.


Muchas veces en la vida no es el desprecio sino una reac- ción contra la fascinación que no se quisiera padecer y se pa- dece, o contra el ideal que se debería y no se quiere seguir.

Pero si el hombre tiene ese mal instinto que lo impul- sa hacia las mujeres peores, esto no quiere decir que no se pueda ni deba reaccionar contra él. El hombre no es intuiti- vo: si no se les enseñan las cosas, no aciertan de por sí a comprender nada, pero tienen bastante desarrollada la facul- tad de aprender y son muy sugestionables—sobre todo me- diando la mujer—. Somos, pues, nosotras las que debemos enseñarle a conocer las mujeres mejores, por medio directo, explicándoles nuestro mecanismo interno e indirectamente por medio de nuestros escritos y de aquellos otros que inspiremos y aprobemos. E

Nosotras no podemos explicarnos claramente cuándo la emoción nos sofoca, cuándo sufrimos—no podemos expre- sarnos claramente con aquel que amamos—, pero sí podemos explicarnos luego que el sufrimiento pasó, con individuos ex- traños a nuestros dolores.

. Podemos influir muy bien en la opinión todavía inde- cisa de los jóvenes que se hallen a nuestro alcance con la apro- bación o la censura, con los comentos que hagamos de las mujeres que nos rodean y de las heroínas de las novelas en boga: y podemos provocar y sostener una literatura sana que “presente a la mujer normal en sus varios aspectos.