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EL ALMA DE LA MUJER 91

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Esta es una de las razones por las cuales el influjo de la mujer inteligente déjase sentir en este mundo harto menos que el de la mujer vulgar y ordinaria, y una de las razones porqué la mujer delicada, sensible, abnegada y modesta que sabe dónde tiene la cabeza, la mujer fuerte del Eclesiastés, la perla preciosa que Dios promete en recompensa a los "hombres virtuosos, resulte tan difícil de hallar, mientras el hombre encuentra a cada paso hembras malas. Las mujeres fuertes del Eclesiastés resultan tan difíciles de hallar porque los hom- bres no las ven, o mejor dicho, porque para ellos no tienen hechizo alguno, teniéndolo, en cambio, y muy grande, esa hembra que hace alarde de su singularidad y sus emociones y sabe recargar así sus tonos morales como los materiales, a ve- sar de tener los defectos antipáticos y burdos que los hom- bres echan en cara a las ímujeres, es decir, que son exigentes, despóticas, enredadoras vanidosas, cascarrabias, puntillosas, embusteras, etc...

Grave mal es éste. Las mujeres son mejores y menos afectadas y más serviciales y más sinceras y menos puntillo- sas, cuando están entre sí que cuando se hallan en presencia: de hombres. Lo que prueba que el mal gusto de los hom- bres es causa directa de un empeoramiento artificial de la mu- jer.

Pero otra razón que depende de su personalidad estorba también al influjo de las mujeres mejores y es precisamente el ser éstas mejores; es decir, tener una moral más elevada, más refinada que la vulgar y exigir por lo tanto del hombre un esfuerzo mayor para elevarse a su nivel, inspirando tam- bién. aun sin exigirlo, una cierta reserva, un dominio de sí mismo de que no gusta el hombre, y que las hembras infe- riores, las que no saben recargar sus tonos materiales y mo- rales, no le exigen. No inspirándole horror con sus vicios, si- no llamando a éstos virtudes, es como la mujer que se sienta a la puerta seduce al hombre en la Biblia.

De aquí resulta que por esta razón también prefieren. no a las mujeres mejores—que pueden serles realmente útiles y completar su figura moral e intelectual, pero que les obli-