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De esta forma de sentimentalidad, por grados insensi- bles, se pasa a una segunda, perfectamente femenina también y semejante a la primera, pero cuyas consecuencias indivi- duales y sociales son mayores, y que consisten en creer a las personas que nos rodean diferentes de como son en realidad, suponiendo que conceden más importancia, de la que efec- tivamente le conceden a las cosas del sentimiento, que poseen una conciencia mucho más delicada de lo que es en realidad, y dando por de contado que obran a impulsos de motivos ideales. a los que suelen ser insensibles y son insensibles a los intereses prosaicos, que son los que en verdad les interesan. Tal es el sentimentalismo de la mujer que se casa con un borracho, confiando en que con la dulzura podrá lograr su enmienda, y creyendo firmemente. que con las palabras po- drá cambiar el alma de sus hijos, y curarle a él de su vicio, a costa de abnegación, etcétera.

Depende este sentimentalismo del hecho de que, no siendo la mujer capaz de comprender sino al través del “sen- timiento'””, no se aviene a aceptar la idea de que haya quien lo posea en menor grado o se halle absolutamente falto de él; de que, estando determinados sus actos más por la fuerza del sentimiento que por la de los intereses, no puede expli- carse que haya quien no sea así; de que, no teniendo un cri- terio seguro para juzgar de la importancia de los objetos a que dedica su actividad, propende fácilmente a concedérselo excesiva a algunos de poquísimo bulto.

Existe todavía una tercer forma de sentimentalidad, la más elevada aunque menos corriente, que así se da la mano con el sentimiento verdadero y que nb entraña inconvenien- te alguno para la sociedad, aunque sí los implique, y graves, para el individuo. Caracterízase esta forma por un excesivo espíritu de sacrificio, el cual impulsa a realizar sacrificios que cuestan terribles dolores y no, dan el resultado apetecido, por una conciencia harto delicada, que nos remuerde en demasía por actos no culpables y nos impele a sacrificios excesivos e “inútiles. Bajo el influjo de este sentimentalismo, propende la mujer a creer que sus deberes son todavía más grandes de lo que lo son en realidad, y a imponerse sacrificios mucho más «lolorosos de lo necesario.