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El ALMA DE LA MUJER 10657 percepción clara de las pasiones y los intereses ajenos y por ende de la oportunidad del acto que se proyecta realizar.

La mujer es de una espontaneidad y resolución que ra- ya entre lo maravilloso y lo terrible. Sin transición alguna pasa de la idea al acto, aun en aquellas cosas que entrañan para ella la mayor gravedad.

Cuando el siervo de Abraham trasladóse a la tierra na- tiva de su amo a fin de buscar esposa al hijo, fija la vista en Rebeca que le ha dado de beber y abrevado sus camellos, y pide para Isaac su mano. Los padres y el hermano de la joven vacilan, quieren tomarse tiempo para pensarlo; propo- nen que se persone allí el novio mismo, y concluyen pidien- do por lo menos un plazo de diez días para resolver. Porfía el siervo... y con la sorpresa de todos, al consultar a Rebe- ca. responde ésta que no sólo está dispuesta, sino que el tiem- po se le hace corto para acompañar al siervo que ha de !le- varla a donde la espera su desconocido esposo.

Así es la mujer.

La espontaneidad forma parte de su alma hasta tal pun- to, que sólo gusta de hacer aquellas cosas que puede hacer es- pontáneamente.

Está dispuesta además a perdonar los defectos ajenos, como los crea espontáneos, no pudiendo, er cambio, sufrir los defectos e.incluso las buenas cualidades que tienen su ra- zón de ser en el cálculo o el razonamiento. Un obsequio o cualquiera otra aténción que se tenga con ella, pierden todo valor a sus ojos, como pueda pensar que son efecto del razo- namiento o el cálculo.


le confundir esta confianza en sí misma, innata en la mu- jer, con otros sentimientos artificiosos que no son sino su parodia; con el engreimiento, la arrogancia y esa ostentación de que por igual adolecen hombres y mujeres, que consisten en procurar a sabiendas hacer creer a los demás, por interés, vanidad o vanagloria, en una superioridad de la que no es- tamos muy seguros, en una certeza que encubre muchas veces la mayor perplejidad.

La confianza en sí mismo es harto diversa de estas falsificaciones suyas. No sólo es inconsciente, sino que no de- pende en absoluto del juicio ajeno, ni del amor propio, la