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salida del más anticuado convento de provincia. Estas dife- rencias las encontramos también así en la América del Norte, donde la mujer vuelve concretas las ciencias más abstractas, cuando emprende su estudio, como en la China y el Japón, donde la mujer se halla excluída del estudio de las ciencias abstractas.

La pasión por la ciencia, por el arte, por las teorías abs- tractas, se da, por el contrario, hasta en los hombres incul- tos, en muchos obreros y en los aldeanos, los que, :al igual de los hombres cultos, sienten la necesidad de esos estudios, aunque no tengan el hábito de practicarlos.

Cuando no absorbía el trabajo ocho horas de jornada, los obreros y labriegos de la Edad Media entreteníanse discu- tiendo de arte y de religión, y aun hoy día hay por esas al- deas, a centenares, lugareños que prefieren ganar menos y te- ner tiempo de sobra para tocar algún instrumento, salir de caza y observar teóricamente el mundo que los rodea.

¡Y cuántos astrólogos y meteorólogos no hay entre la gente del campo y cuántos no son los lugareños que os sa- ben nombrar una por una las estrellas y describiros sus pa- rábolas! ¡En cuántas aldeas no os tropezáis con algún hu- milde relojero que a fuerza de infinitos sacrificios logró agen- ciarse un anteojo de larga vista, que constituye la gloria del pueblo, y en el que los mozos se disputan la satisfacción de contemplar por turno el firmamento!

Cierto que no todos los obteros ni todos los lugare- ños filosofan; pero así y todo no nos choca que alguno lo haga, mientras que si juzgarían muchos extraño el que se pu- siera a filosofar una lugareña.

Y es que para el hombre, tanto menos inclinado que la mujer a las emociones del afecto, la investigación de las leyes abstractas, la ciencia, el arte, la política, son emociones de que siente necesidad; pasiones tan impulsivas como las del amor y la mantenencia, tanto que a menudo se las sobreexci- ta con alcohol, lo que a la mujer no le sucede.

En América, en las Pampas remotas, encontraréis es- tancieros que llevan diez años lejos de Europa y suscritos a las revistas científicas más serias: siguen con pasión la lucha entre positivistas e idealistas, entre futuristas y pasadistas. Y en las lejanas fazendas encontraréis no pocas veces alguna ma-