Página:Lo bello y lo sublime (1919).pdf/83

Esta página no ha sido corregida
79
 

plidos. No; pueden realmente mandar. Las mu- / jeres se reunen y deciden sobre las disposiciones más importantes de la nación, sobre la guerra y la paz. Envían para ello sus diputados al consejo masculino, y comúnmente es su voto el que decide. Pero pagan esta ventaja bastante cara. Tienen a su cargo todos los asuntos domésticos, y comparten todas las dificultades de los hombres.

Si arrojamos una ojeada sobre la historia, vemos el gusto de los hombres tomar, como un Proteo, formas siempre cambiantes. Los antiguos tiempos de los griegos y los romanos mostraron claras señales de una verdadera sensibilidad, tanto para lo bello como para lo sublime, en la poesía, la escultura, la arquitectura, la legislación y aún en las costumbres. El régimen de los emperadores romanos transformó tanto la sencillez bella como la noble en lo magnífico y después en el falso brillo, según podemos todavía verlo en los restos de su elocuencia, de su poesía y la historia misma de sus costumbres. Poco a poco se extinguió este residuo del buen gusto con la ruina completa del imperio. Los bárbaros, después de afirmar su poderío, introdujeron cierto falso gusto denominado gótico, que va a parar en lo monstruoso. No sólo en la arquitectura se veían monstruosidades, sino también en las ciencias y en los demás usos. La sensibilidad viciada, seducida por un arte equivocado, prefirió toda clase de formas absurdas a la antigua sencillez de la naturaleza, y cayó en lo exagerado o en lo insignificante. El más alto vue-