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El arrogante está penetrado de una pretendida superioridad, y no le preocupa el aplauso de los demás; sus maneras son rígidas y enfáticas. El orgullo sólo consiste propiamente en la profunda conciencia del valer propio, que puede ser a menudo muy justa (por eso se le llama también a veces un noble sentimiento; nunca, en cambio, se puede atribuir a nadie una noble arrogancia, porque ésta muestra siempre una falsa y exagerada estimación de sí propio); la conducta del orgulloso para con los demás es indiferente y fría. La ostentación es un orgullo que al mismo tiempo es vanidad[1]. Pero el aplauso que busca el ostentoso consiste en distinciones honoríficas. Por eso gusta de brillar con títulos, listas de antepasados y pompas aparatosas. El alemán está principalmente sujeto a esta debilidad. Los términos Gnädig (vuestra gracia), Hochgnädig (vuestra muy graciosa merced) y Hoch-und Wohlgeboreu (ilustre), y otras ampulosidades parecidas, hacen rígido su lenguaje y estorban mucho la bella sencillez que otros pueblos pueden dar a su estilo. La conducta de un ostentoso en el trato se caracteriza por las ceremonias. El envanecido es un arrogante que expresa en su conducta claras señales de su desprecio hacia los otros. En sus manifestaciones es grosero. Esta miserable con-


  1. No es necesario que un ostentoso sea al mismo tiempo arrogante; esto es, se forme un concepto falso de sus cualidades, sino que puede, acaso, no estimarse más de lo que merece: su defecto es sólo tener un falso gusto en Jacer valer este mérito exteriormente.