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saludo cuál es la señora de sus pensamientos y aventurarse en su honor a una peligrosa lucha con una bestia salvaje, son actos desusados y singulares que distan mucho de lo natural.

En la sensibilidad del italiano parecen mezclarse la de un español y de un francés; es más sensible a lo bello que el primero y más a lo sublime que el segundo. De esta suerte pueden explicarse, a mi entender, los demás rasgos de su carácter moral.

El francés tiene una sensibilidad predominante para lo bello moral. Es amable, cortés y complaciente. Intima muy pronto, es aficionado a la broma, y su trato es fácil; la expresión un hombre una mujer de buen tono sólo tiene significación inteligible para quien ha adquirido la sensibilidad amable de un francés. Aun sus emociones sublimes, de las cuales tiene no pocas, están subordinadas al sentimiento de lo bello y reciben su fuerza por la concordancia con éste. Gusta de ser ingenioso y sacrificará sin remordimiento algo de la verdad a una ocurrencia. En cambio, donde no se puede ser ingenioso[1] tiene una penetración tan honda como cualquiera de otro pueblo, por ejemplo: en las matemáticas o en las demás ciencias y


  1. En la metafísica, la moral y en las doctrinas de la religión, nunca se es lo bastante precavido con los escritos de esta nación. Domina en ellos comúnmente mucha bella fantasmagoría, que no sostiene la prueba de una investigación reposada. El francés gusta de la audacia en sus expresiones; pero para alcanzar la verdad no hay que ser audaz, sino precavido. En la historia gusta de tener anécdotas, en las cuales sólo se echa de menos que sean verdaderas.
Lo bello
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