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ensueño y en el éxtasis; en la segunda manera, es alegre y sonriente. A los italianos parece convenir más el primer género del sentimiento de lo bello; a los franceses, el segundo. En el carácter nacional, que contiene en sí la expresión de lo sublime, éste es ya del género terrible, un poco inclinado a lo extravagante, ya un sentimiento por lo noble, ya por lo magnífico. Creo tener fundamentos para poder atribuir el sentimiento del primer género al español; el del segundo, al inglés, y el del tercero, al alemán. El sentimiento para lo magnífico no es, por naturaleza, original, como los demás géneros del gusto, y aunque el espíritu de imitación puede unirse con todo otro sentimiento, es más peculiar de lo sublime brillante, pues en el fondo es éste un sentimiento mezclado del de lo bello, y del de lo noble, en el que cada uno, considerado por sí, resulta más frío, y el ánimo queda, por tanto, más libre para advertir los ejemplos, y aun tiene necesidad de ser estimulado por éstos. El alemán tendrá, pues, menos sentimiento que el francés con respecto a lo bello, y menos que el inglés para lo sublime; pero en los casos donde ambos han de aparecer unidos, su sensibilidad se siente más a gusto, y entonces evitará también felizmente los defectos a que arrastraría una violencia excesiva en cada una de estas clases de sentimientos.

Voy a tocar, sólo de pasada, las artes y las ciencias, cuya elección puede corroborar el gusto de las naciones, tal como se lo hemos atribuído. El