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ellas para que la indiferencia y el fastidio no quiten todo valor al placer que únicamente recompensa el contraer tal enlace.

CAPITULO IV

Sobre los caracteres nacionales[1] en cuanto descansan en la diferente sensibilidad para lo sublime y lo bello.

Entre los pueblos de nuestra parte del mundo, son, en mi opinión, los italianos y franceses los que más se distinguen de los demás por el sentimiento de lo bello, y los alemanes, ingleses y españoles, los que más sobresalen en el de lo sublime. Holanda puede ser considerada como la tierra en que este delicado gusto es bastante imperceptible. Lo bello mismo, unas veces subyuga y conmueve; otras, se muestra risueño y encantador. En el primer caso, contiene algo de lo sublime, y el ánimo, con este sentimiento, cae en el


  1. No es mi propósito describir detalladamente los caracteres de los pueblos. Sólo trazo algunos rasgos que expresan en ellos el sentimiento de lo sublime y de lo bello: Y bien se echa de ver que en tal dibujo sólo puede exigirse una exactitud aproximada, que el modelo sólo puede obtenerse en el gran número de los que pretenden tener un sentimiento delicado, y que en ninguna nación faltan caracteres que aman las más excelentes cualidades de este género. Por esto mismo no puede ofender a nadle la censura que recaiga sobre un pueblo, pues es de tal naturaleza, que cada uno puede arrojarla como una pelota sobre la cabeza del vecino. Si estas diferencias nacionales son fortuitas, y dependen de las circunstancias o del sistema de gobierno, o si van unidas, con cierta necesidad, al clima, es cosa que no investigo en esta ocasión.