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juzgado de modo bastante análogo por todos los hombres, y que sobre él no son tan diversas las opiniones como generalmente se piensa. Las muchachas circasianas y georgianas han sido siempre consideradas como extraordinariamente bonitas por todos los europeos que han atravesado esos países. Los turcos, los árabes y los persas se hallan, sin duda, muy de acuerdo con este gusto, pues desean con gran ahinco embellecer sus pueblos con tan fina sangre, y se observa que la raza persa lo ha conseguido positivamente. Los mercaderes del Indostán no dejan tampoco de sacar partido, por un comercio malvado, de tan bellas criaturas, conduciéndolas a sus golosos dominios. Se ve que, a pesar de toda la diversidad en el gusto de estas diversas comarcas, lo que en una de ellas se reconoce como singularmente bonito, lo es también para todas las demás. Mas cuando en el juicio sobre una figura delicada se mezcla lo que es moral en los rasgos, aparecen siempre grandes discrepancias entre los distintos hombres, tanto por la diferente sensibilidad moral de éstos como por el diverso significado que los rasgos del rostro pueden tener para la imaginación de cada uno. Es frecuente encontrar figuras, a primera vista sin particular interés, por no ser bonitas de una manera determinada, que no bien comienzan a agradar en un trato más íntimo, se van apoderando del que las contempla y parecen hermosearse de continuo; en cambio, una apariencia bonita, que de golpe se revela, es mirada