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cia los demás, unida al mismo tiempo a una cierta noble confianza en sí mismo y una razonable estimación propia que siempre se encuentra en un carácter elevado. Esta mezcla, realzada al mismo tiempo por los encantos y por el respeto que infunde, pone en seguridad todas las otras brillantes cualidades contra la malicia de la censura o de la burla. Las personas de este carácter tienen también corazón para la amistad, que en la mujer nunca podrá estimarse lo suficiente, por ser tan rara y porque al mismo tiempo resulta tan deliciosa.

Como nuestro propósito es analizar sentimientos, no puede ser desagradable reducir en lo posible a conceptos las diferentes impresiones que la figura y el rostro del sexo bello producen en el masculino. Toda esta seducción está, en el fondo, extendida sobre el instinto sexual. La naturaleza persigue su gran propósito, y todas las finuras añadidas, por mucho que de él parezcan desviarse, son sólo ornamentos, y al cabo toman su encanto justamente de ese mismo manantial. Un gusto rudo y sano, atenido siempre de cerca a este instinto, se preocupará poco en una mujer de los encantos del talle, del rostro, de los ojos, etcétera; como propiamente sólo tiene en cuenta el sexo, considera casi siempre vana palabrería las delicadezas de los demás.

Aunque poco delicado, no ha de menospreciarse tampoco este gusto. Por él la mayor parte de los hombres observa el gran orden de la naturaleza LO BELLO