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tales personas cultivasen las ciencias, se convertirán en chifladas, y que en las costumbres carecerán de sentimiento para lo que de una manera libre es bello y noble.

No se tiene razón cuando se acusa a quien no ve el valor o la hermosura de lo que nos conmueve o encanta, de no entenderlo. Trátase aquí no tanto de lo que el entendimiento comprende como de lo que el sentimiento experimenta. Tienen, sin embargo, las facultades del alma tan grande conexión entre sí, que, las más veces, de las manifestaciones de la sensibilidad pueden deducirse las condiciones intelectivas. Vanas resultarían las dotes intelectuales para quien al mismo tiempo no tuviese un vivo sentimiento de lo bello y lo noble, sentimiento que sería el móvil de aplicarlas bien y con regularidad[1].

Es corriente denominar sólo útil a lo que satisface nuestra más grosera sensibilidad, lo que puede proporcionarnos abundancia en comida y bebida, lujo en el vestido y los muebles y esplendidez en la hospitalidad, aunque no comprendo por qué lo deseado por mis más vivos sentimientos no se ha de contar igualmente entre las cosas útiles.


  1. También se. comprende que una cierta finura de sentimiento sea contada como mérito. Que se pueda hacer una buena comida con carne o tortas, o que se duerma admirablemente bien, se considerará como señal de buen estómago, pero no como mérito. En cambio, quien sacrifique una parte de la comida a la audición de una música, quien ante un cuadro experimente una agradable distracción, o lea con gusto algunas cosas ingeniosas, aunque sean pequeñeces poéticas, reviste a los ojos de casi todos el prestigio de hombre delicado. y de él se tiene una opinión ventajosa y halagüeña.