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cuales cae un sanguíneo, arrebatado por su sensibilidad espontánea. Por eso parece más razonable de lo que realmente es. Su benevolencia es cortesía; su respeto, ceremonia; su amor, meditada adulación. Está siempre lleno de sí mismo cuando toma la actitud de enamorado y de amigo, y no es nunca ni lo uno ni lo otro. Gusta de brillar con las modas; pero como todo en él es artificioso y trabajado, se muestra en ello rígido y torpe. Su conducta obedece más a principios que la del sanguíneo, sólo movido por impresiones ocasionales; pero no son principios de la virtud, sino del honor, y no es nada sensible a la belleza o al valor de los actos, sino al juicio que el mundo pronunciara sobre ellos. Como su proceder, si no se considera la fuente de donde brota, resulta casi tan beneficioso a la generalidad como la virtud, obtiene del espectador común tan elevada estima como el virtuoso; pero se oculta cuidadosamente de ojos más sutiles, pues sabe que si descubren el escondido resorte del honor, desaparecerá también el respeto que se le muestra. Recurre, por tanto, con frecuencia al fingimiento; en religión es hipócrita; en el trato, adulador; en política, versátil, según las circunstancias. Se complace en ser esclavo de los grandes para después ser tirano de los humildes. La ingenuidad, esta noble o bella sencillez que lleva en sí el sello de la naturaleza y no del arte, le es completamente extraña. Por eso cuando su gusto degenera, su brillo resulta chillón; esto es, desagradablemente jactancioso. Cae entonces, tanto en su estilo