Página:Lo bello y lo sublime (1919).pdf/22

Esta página no ha sido corregida
18
 

es un fastidioso, y si además se esfuerza en conseguir ambas cosas, resulta un insípido. Cuando el insípido es, además, un envanecido, viene a parar en tonto[1].

Con algunos ejemplos voy a hacer algo más inteligible este extraño compendio de las debilidades humanas; quien carece del buril de Hogarth tiene que suplir con la descripción las deficiencias de la expresión en el dibujo. El arrostrar audazmente los peligros por nuestros derechos, por los de la patria o por los de nuestros amigos, es sublime. Las cruzadas, la antigua caballería, eran extravagantes; los duelos, resto desdichado de ella, originado de un equivocado concepto del honor, son monstruosos. Un melancólico alejamiento del mundano bullicio a consecuencia de un fastidio legítimo, es noble. La devoción solitaria de los antiguos eremitas, era extravagante. Los conventos y los sepulcros de tal género para encerrar santos vivos, son monstruosos. El dominio de las pasiones en nombre de principios, es sublime. Las mortificaciones, los votos y otras virtudes monacales, son más bien cosas monstruosas. Entre las obras del ingenio y del sentimiento delicado, las poesías épicas de Virgilio y Klopstock,


  1. Pronto se advierte que esta honrada sociedad está repartida en dos palcos: el de los chiflados y el de los fatuos. A un chiflado instruído se le llama piadosamente un pedante. Cuando adopta un aire presuntuoso de sabiduría, como los neclos antiguos y modernos, le sienta perfectamente la capa con cascabeles. La clase de los fatuos se encuentra principalmente en el gran mundo. Acaso es mejor que la primera. Hay en ellos mucho que ganar y que reir.