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nífica. En su traza, grande y sencilla, ocupa tant espacio la belleza-oro, mosaico-, que a través de ella se recibe la impresión de lo sublime, y d conjunto resulta magnífico. Un arsenal debe ser sencillo; una residencia regia, magnífica, y un palacio de recreo, bello.

Un largo espacio de tiempo, es sublime. Si co rresponde al pasado, resulta noble; si se le consi dera en un porvenir incalculable, contiene algo de terrorífico. Un edificio de la más remota antigüe dad, es venerable. La descripción hecha por Halles de la eternidad futura, infunde un suave terror; la de la eternidad pasada, un asombro inmóvil.

CAPITULO II

Sobre las propiedades de lo sublime y de lo bello en el hombre en general.

La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella. "La circunspección-decía Cronwell es una virtud de alcalde." La veracidad y la rectitud son sencillas y nobles; la broma y la lisonja obsequiosas son finas y bellas. La amabilidad es la belleza de la virtud. La solicitud desinteresada es noble. La cortesía y la finura son bellas. Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor. Los que sienten principalmente lo bello, sólo en casos de necesidad buscan sus amigos entre los hombres rectos, constantes y seve-